Me mataste y me entregas ahora
con muerto corazón al enemigo.
Sabes y no preguntas qué fue de las escuelas
donde enseñé a leer
ni de la fuente aquella que velaba y bebía.
Y allí la suerte que puede imaginar,
que te cambiaba a ratos
a plazos
a ratos:
ruta tan oscura del inocente,
del que canta asustado por las horas del sol,
en fila.