Cuando
Simone Weil tiene veinticinco años
abandona
su brillante carrera filosófica
(la
pone entre paréntesis)
para
trabajar de obrera en una fábrica Renault,
allí,
dijo, recibirá la marca del esclavo,
la
marca de las cosas,
hacer,
no
decir,
hacer,
romper
el dominio
buscar
el hambre
amanecer
sin techo
morir
de inanición
bajo
la niebla de Ashfor
en
el bello condado de Kent.
2.
Lugar
del sacrificio, toma mis ojos.
Es
lenta la hora de morir,
la
emboscadura breve
de
la luz,
la
fría fábrica
donde
tuve mi muerte.
3.
Su
pelo, dice Bataille, seco y confuso,
parecía
unas alas,
su
pelo era unas alas,
Albert
Camus amó su mente,
dijo
de ella que era el único espíritu libre de su
tiempo.
Tiempo,
tomas tus alas, yo no las quiero, tiempo.
Toma
tu fama, tiempo, yo no quiero tu fama.
Soporto
este vacío que está empezando en mí.
No
tengo hijos
ni
amantes.
Mi
carne está intocada.
La
carne busca hijos, noches de amor,
busca
la gravedad.
Mi
alma busca la ingravidez,
romper
la
distancia entre pensar y hacer,
esa
distancia.